Continuando la edición especial por nuestro 15 aniversario y en la reflexión personal un recuerdo sobre la amistad
Mi reflexión personal es un recuerdo y es parte de nuestra reflexión de agosto del 2013 que fue una de nuestras primeras reflexiones en este formato, aquí les dejo la misma que sigue tan vigente como hace nueve años atrás. A nosotros nos gusta elegir bien nuestras amistades y las personas con las que compartimos nuestras vidas; somos muy exigentes a la hora de seleccionar, nos fijarnos en el modo de ser, los gustos, las aficiones, las ideas religiosas, las opiniones políticas, el nivel económico y cuantas formas tengamos de etiquetar a las personas; son tantos y tantos los requisitos que cuando miramos alrededor, en realidad estamos prácticamente solos. Tenemos una facilidad para conocer lo que es “bueno” y “malo” lo «sano» y lo «enfermo» y qué poca confianza tenemos en el Señor y su Espíritu que habita dentro de nosotros. Hacemos cosas para que los otros cambien, para que sean de una forma diferente, para que dejen de ser ellos y sean como nosotros queremos que sean. Y ahí empezamos a juzgarlo y olvidamos que Jesús no vino para los sanos sino para los enfermos, que acogió a los pecadores y no a los justos. Esto es lo que nos distingue de Jesús: el disfrutaba acogiendo y comiendo con los «males»: nosotros sufrimos tan solo de pensar en ellos. El comprendía: nosotros juzgamos. El quería a los demás, nosotros nos queremos solo a nosotros mismos o nuestro reducido círculo. EI estaba rodeado de todos, nosotros estamos solos. El estaba en la realidad nosotros en la quimera de nuestros pensamientos. Los verbos que utiliza el evangelio para describir las acciones de Jesús con los pecadores y descreídos son: llamar, comer, salir a buscar, invitar, acoger: esto es lo que en verdad produce el arrepentimiento. Y me pregunto y les pregunto estamos acogiendo, amando como Jesús nos enseñó?